Irene Kopelman, cuyo trabajo explora la relación entre la ciencia y el arte, se encuentra actualmente en el barco-laboratorio de la Misión Microbioma de la Fondation Tara Ocean. En su viaje por el Océano Atlántico Sur y hasta el 16 de agosto, la artista se unió al grupo de científicos avalados por la Comisión Oceanográfica de la UNESCO, que están estudiando los beneficios del microbioma oceánico y sus interacciones con el clima y la contaminación.
El microbioma constituye el primer eslabón de una enorme cadena alimenticia, cuyo otro extremo alimenta a la mayor parte de la población del planeta. Estas algas marinas actúan como proveedores de servicios: capturan dióxido de carbono atmosférico a escala planetaria y, a cambio, entregan la mitad del oxígeno que respiramos todos los días. El funcionamiento de la gran máquina climática, sigue siendo en gran parte desconocido hasta ahora.
La misión de Tara es reconocida por apoyar la investigación, difundir el conocimiento y construir redes entre científicos, legisladores y la sociedad civil para encontrar soluciones a los inmensos desafíos que enfrenta el océano.