Montañez Ortíz empieza a exhibir en 1957 esculturas y filmes experimentales. Desde el principio de su carrera incorporó a la destrucción y la deconstrucción como elementos de su trabajo, convirtiéndolas en figuras clave para entender el desarrollo de las vanguardias de la postguerra. Además de realizar cine, música, escultura, performance y video Montañez Ortíz (Nueva York, 1934) ha sido un pionero de practicas que, veinte o treinta años después, han resurgido en manos de artistas contemporáneos tales como trabajar con comida, trabajar con computadoras o fundar museos portátiles.
A pesar de echar mano de recursos tan diversos, su trabajo siempre ha tenido constantes claras. A menudo sus obras operan como una contra-antropología. Montañez Ortíz ha utilizado los métodos que los etnógrafos usan para estudiar el comportamiento tribal y los ha aplicado a las sociedad actual. Desde esta óptica, el arte contemporáneo aparece como una especie de religión secular y el último lugar en donde el hombre occidental puede encontrar un espacio de sublimación y catarsis.
Dada la diversidad de su Opus, esta exposición se enfoca solamente en dos aspectos: El primero es documentación de sus destrucciones de pianos y manifiestos. La segunda es su obra en video que inicia en los años 80. Los performances de RMO van de acciones impromptu a largos rituales participativos planeados con lujo de detalles.
Al momento de su participación en el Destruction in Art Symposium (DIAS) realizado el Londres en 1966, Montañez Ortíz ya era conocido en el medio por sus destrucciones de pianos. En los documentos exhibidos es interesante observar el contraste entre la brutalidad primigenia de las acciones y lo elaborado de los pensamientos plasmados en los manifiestos de la misma época. El shock de estas acciones no estaba dirigido solo a un grupo de iniciados, sino a una audiencia mayor que se reflejó en la estupefacción de los medios.
La segunda sala muestra una selección de cinco videos de la serie Laser Disc Scratch Videos. Estas piezas fueron resultado de una interfase especialmente diseñada por el artista en la que, por medio de un joystick y perillas, podía controlar un laser disc player en tiempo real. Esta manipulación instantánea del video le permitió trabajar sin necesidad de cortar o pegar, inaugurando una forma totalmente nueva de trabajar la imagen sin los procesos convencionales de edición. El resultado es un zoom en el tiempo. El tres segundos de pietaje se expande en un movimiento espasmódico que deconstruye y reconstruye la narrativa incesantemente. El efecto es hipnótico, y se podría decir que estos videos funcionan como una substancia psicotrópica que se consume por la vista y el oído. Sin embargo los efectos fisiológicos de estas piezas son sólo el primero de varios niveles de trabajo. Al centro del torbellino ocurre una deconstrucción de roles y convenciones culturales, un exorcismo de los fantasmas de la sociedad contemporánea.
Acompaña a esta muestra una edición de documentos que incluye reproducciones facsimilares de sus escritos.
Pedro Reyes, 2011.