LABOR se complace en presentar el trabajo de dos artistas mexicanos: Ernesto Mallard (1932, Cozamaloapan, Veracruz) y Pedro Reyes (1972, Ciudad de México).
La exposición, que lleva por nombre Conecta los puntos, es un homenaje a la producción de Ernesto Mallard entre 1968 y 1974; y se estructura estableciendo un diálogo con el trabajo que Pedro Reyes generó a principios de la primera década de éste siglo.
Sus conocidas Capulas, -expuestas en importantes exhibiciones en MoMA PS1 (Nue- va York), Kunst-Werke Institute for Contemporary Art (Berlin), Shanghai Biennale (Shanghai), Museum of Contemporary Art (Chicago) y la Sala de Arte Público Siqueiros (Ciudad de México)-, tienen origen en el trabajo de Mallard, mismo que Reyes conoció a temprana edad en la casa de uno de sus amigos de la infancia. A lo largo de los últimos 15 años, Reyes ha reconocido la importancia de retomar y mostrar la influencia que Mallard ha tenido en su trabajo.
Desde 1974 Ernesto Mallard se distanció de forma voluntaria del Mercado del arte y sus agentes. Hoy, cuarenta años después nos permite volver a exhibir el cuerpo de obra que lo ubicaría como exponente fundamental del cinetismo y revalorarlo desde la actualidad.
Mallard fue pionero en el desarrollo del Op-art en nuestro país, así como de la investigación plástica relacionada con el Cinetismo. Este movimiento artístico se gestó desde la década de los cincuenta, y tanto a nivel nacional como internacional manifestaba a partir de recursos formales específicos, un interés por la representación real del movimiento.
Dos escenarios enmarcaban este periodo de la historia del arte. El primero definido por la Guerra Fría que en términos artísticos propició la tensión entre el arte no figurativo y la pintura figurativa con contenido social. El Segundo escenario, en términos locales, caracterizado por el sentimiento de inconformidad hacia la herencia de la Escuela Mexicana de Pintura y la forma en que se vinculaba con el Estado como promoción de sí mismo a través de la producción artística. Fue un momento de definición de lo que significaba un arte moderno, ya fuera a través de la experimentación con nuevos materiales; del acercamiento a nuevas tecnologías y avances científicos que transformaron la forma de percibir la realidad; o bien por medio de la búsqueda de una nueva relación con el espectador y el espacio de exhibición.
La obra de Mallard es un antecedente fundamental para las prácticas contemporáneas que redefinieron el futuro de la escultura y de la concepción del espacio; parte del trabajo de Pedro Reyes se rige por esto, de ahí la importancia de establecer el diálogo entre las generaciones que ambos representan para exponer sus respectivas búsquedas de alternativas artísticas.