En 1851, reflexionando sobre la llegada del Segundo Imperio francés, Karl Marx repitió una famosa idea que había leído en una carta de Engels, que era a su vez una paráfrasis de Hegel: “…si todos los hechos y los personajes de gran importancia en la historia del mundo ocurrieran dos veces, la primera vez lo harían como una ‘gran tragedia’, la segunda como una ‘farsa putrefacta’.”. Hace un siglo y medio, Marx y Engels consideraron esta repetición de modo desesperado, blandiendo la categoría de farsa, como una denuncia a la dictadura de Luís Napoleón Bonaparte. Sin embargo, en el contexto del capitalismo avanzado, Pedro Reyes (México, DF, 1972) con Baby Marx, nos invita a reevaluar la herencia política de la repetición y la farsa.
Teniendo en cuenta la reciente tendencia al cine distópico en la producción de películas taquilleras de Hollywood, Reyes propone «reiniciar» el debate entre el socialismo y el capitalismo del siglo XIX. Los magnates de los medios de comunicación tales como Ronald D. Moore (Battlestar Galactica) y J.J. Abrams (Star Trek) del mismo modo han resucitado distopías, visiones futuristas sobre los tiempos de la Guerra Fría con un gran éxito comercial. La Repetición en dichos contextos principalmente en Baby Marx, se propone como un medio para agilizar el proceso de producción en si mismo: el reconocimiento de la marca ha sido subvencionado por adelantado, sacando provecho al apego emocional que siente el consumidor por la franquicia.
Tras trabajar con la productora cinematográfica Detalle Films por un año, Pedro Reyes trató de evocar al fantasma de Marx como una empresa de entretenimiento. En conjunto, Reyes y Detalle Films, preguntan si la lógica iterativa de la franquicia no puede ser tergiversada fuera de la producción racionalizada de la plusvalía, y si, en consecuencia, los sueños utópicos de Marx y de sus títeres aliados no podrían descubrir una renovada vitalidad en la biblioteca pública de Ciudad Crisis. Por supuesto, en el pensamiento de Marx, la franquicia siempre ha sido un asunto tramposo, como la figura demoníaca de Stalin nos lo recuerda. El relato inacabado de Baby Marx deja abierta la pregunta de cómo las estrategias propias del capitalismo pueden ser utilizadas para reanimar un proyecto socialista en una era post-soviética.
La estructura de repetición se vuelca desde la línea de tiempo de Baby Marx al espacio de exposición, confundiendo cualquier distinción rigurosa entre la superficie y la profundidad. Reorganizando una práctica de marketing que se volvió de rigor desde que los discos de video digital desplazaron del mercado masivo a las cintas VHS, Reyes nos da acceso al Making of de Baby Marx, así como a material inédito de la filmación del episodio piloto de esta serie. Incluso antes de la repetición de la farsa, el ensayo ya se ha solidificado en una potencial fuente de valor. Al espacializar estos subproductos de su propia mercancía televisiva dentro de la galería, Reyes plantea una lección sobre la fuerza alienante del capitalismo: por debajo de la superficie de este fetiche mercantil particular, somos testigos de un equipo de marionetistas, que trabajan bajo la dirección del artista. La superficie plana de la pantalla de televisión nos da entrada a un espacio tridimensional, y nos invita a examinar la biblioteca pública de Ciudad Crisis no sólo como una curiosidad escultórica, sino también, como un escenario, una fábrica, o la escena de un crimen.