A través de un lento proceso acumulativo de adición y sustracción, de meses o incluso años, cada pintura de Jerónimo Elespe se revela como una plataforma para investigar la propia naturaleza del tiempo y la memoria. Toma como puntos de partida referentes autobiográficos y así examina la capacidad de la pintura y el dibujo como registro de realidad y ficción. A menudo trabajan en muy pequeños formatos, explora las propiedades físicas de las obras abriéndo un espacio contradictorio entre la parte puramente objetual de las reducidas piezas, marcadamente físicas, y su temática, habitualmente aludiendo a estados próximos a lo inmaterial.
En las instalaciones de sus enigmáticas piezas Elespe incide en la importancia del uso del espacio expositivo como un lugar en el que el espectador ha de realizar una labor activa, estableciendo ritmos y potenciales recorridos entre las obras, convirtiendo así la observación de las pequeñas piezas en un acto físico que replica al del artista en su estudio. Creándo, en definitiva, un sentido de transferencia entre artista y espectador.